Tienes mamitis, dicen algunos. Sobre todo, quienes comparten una vida en pareja con un hombre que no puede despegarse de mamá, un adulto que necesita la aprobación y contacto permanente con ella y que definitivamente ve afectada su vida personal.
Lo curioso es que siempre damos por sentado que, si un hombre es adulto, tiene una familia, es exitoso en su trabajo, el resto de su vida emocional está arreglada.
Nada más lejos de la realidad. Pues al interactuar con personas que mantienen sobre si, una máscara de seguridad, autonomía y control emocional, nos damos cuenta de que sus incipientes esfuerzos para mantener un equilibrio y salud emocional, simplemente no han dado resultado. Y las relaciones, sobre todo de pareja, se deterioran, aun cuando el amor por ella y por el resto de la familia sea real.
Resulta que comúnmente escuchamos una queja que ya no es nueva para nosotros, y es que parece que algunos hombres tienen una grave enfermedad llamada MAMITIS….
Sí, una gravísima situación que puede generar mucho mas que un simple conflicto en un sistema familiar. Pues el padre, el esposo o compañero, a pesar de los años, no puede dejar de complacer a la tan sufrida madre.
Luego entonces, la confrontación no se deja esperar. La esposa emprende una lucha contra aquella mujer que no les deja ser felices. Y se entristece por creer que queda fuera del corazón de su amado.
Pues uno de los principales conflictos, o por lo menos el más evidente tras esta relación perversa entre el hijo adulto y su madre, es precisamente el deterioro de la relación de pareja actual.
Ya que parece que la “otra mujer” (la madre o la esposa) está arrebatando lo que es “mío”.
Si bien la etapa del desprendimiento en el ciclo vital de la familia no es nada sencillo, ni para la madre y mucho menos para el hijo, siempre existe la posibilidad de llevar a cabo es tan anhelada autonomía.
Sin embargo, hay quienes se quedan dando a la madre lo que necesita, un niño a quien cuidar.
Los hijos varones se enfrentan ante una monstruosa realidad cuando deben marcar límites, perseguir y alcanzar sus sueños, con todo lo que esto representa, pues tendrán que dejar a la madre con su soledad, con su vida, con sus retos. Y la culpa inevitablemente aparece, impidiendo su adecuado crecimiento.
La madre necesita a su niño y este hijo permanecerá gratificándola y con la firme creencia de que podrá darle sentido, a través de esta conducta infantil. Y en este vínculo nefasto, ninguno logra su desarrollo.
Pero entonces ¿qué pasa ahí?
Bueno, las causas son diversas, sin embargo, principalmente los padres a través de los años, han dejado de lado su vida, algunos proyectos o su propia relación de pareja, para dedicarse, pues así se justifican, al cuidado de sus hijos.
Cierto es que esta tarea absorbe mucho tiempo y trabajo, pero también es cierto, que este argumento les sirve de pretexto para no asumir los problemas que la vida les va presentando, probablemente conflictos añejos con la familia de origen, la imposibilidad de luchar por los propios sueños, o los evidentes problemas con la pareja.
La realidad es que, en un intento de ser agradecido o de salvar el alma de la madre, un hijo adulto puede confundir los roles y las tareas, sometiéndose a las demandas de su progenitora y descuidando su propia vida familiar.
Ellos le cuentan todo lo que pasa en su vida, deciden no actuar sin la venia de la madre. La incluyen en todos los planes de su familia, la visitan todos los días, acuden a sus llamados “urgentes” aun cuando en realidad no lo sean. Intentan satisfacer hasta el más pequeños de sus deseos. Evitan a como de lugar confrontarla y menos provocar su enojo.
Y toda esta confusión, incongruencia y frustración, pueden generar en el hijo, una inmensa infelicidad, y numerosos conflictos con su pareja quien jala del otro extremo, exigiendo la presencia de su esposo.
Una madre nunca deja de ser mujer, con todas las necesidades y retos que esto implica. Sin embargo, en su imposibilidad de darle la cara a su propia realidad, decide continuar con aquella tarea que tantos halagos le hizo recibir por tan buen papel desempeñado por ella, el de ser madre. Y de a poco, logra mantener esta relación de apego con “su niño”, al tiempo que este hombre la satisface actuando como tal.
La relación con los padres siempre es intensa y complicada, y nadie podrá desbaratarla, aun cuando ésta sea perversa, caótica y hasta monstruosa. Es un asunto profundo del inconsciente y del corazón. Una relación internalizada muy difícil de manejar. Y es posible que necesitemos de ellos o ellos de nosotros en algunos momentos.
Sin embargo, la diferencia entre apoyo y apego es realmente significativa y es nuestro trabajo identificarla para poder seguir creciendo y continuar con el ciclo de la vida, y ser nosotros mismos padres y abuelos más congruentes y amorosos.
Respetar los espacios y tiempos con la pareja y con la familia que se ha formado, será una buena manera de transformar en una relación cordial y saludable, este dañino lazo del hijo adulto con la madre. Porque ahora ya no necesita a la mamá de su infancia, necesita a la madre sabia y respetuosa de la vida propia y la de sus hijos.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.