A veces, cuando los hijos crecen, pensamos que lo que hicimos en su momento de crianza, tal vez no fue el mejor trabajo que hicimos como padres, que el tiempo para hacerlo expiró, y que otra cosa ya no podemos hacer.
Nada más lejos de la realidad. El ser humano es cambiante, crece, modifica sus creencias, modifica su personalidad, sus pensamientos, su modo de ver la vida.
Jamás estático, aun cuando ese sea su objetivo. El aprendizaje es constante, permanente y este, modifica sin excepción, el comportamiento de un individuo.
Por lo que, siempre es posible el cambio. Y en el caso de la crianza, la resignificación, el reaprendizaje, la reparentalización es una opción que pocas personas conocen.
Sin embargo, hay algo que debemos tomar en cuenta y es, la propia historia, la crianza que nosotros mismos hemos recibido, por la que fuimos formados. Y esta educación es la que se pone en práctica cuando de criar se trata, cuando debemos entonces ser nosotros quienes estamos a cargo de otros seres humanos, nuestros hijos.
Pero, entonces, si nuestra crianza no fue la adecuada, si vivimos situaciones complicadas y hasta traumáticas, y generamos formas muy particulares de responder a la vida debido a la necesidad de sobrevivir y adaptarnos, ¿cómo es que todo esto, que a veces no es lo más adecuado, nos ayudará a manejar positivamente la relación con nuestros descendientes?
Aun cuando los años hayan pasado, y nosotros nos hayamos acostumbrado a vivir y pensar de una manera, es posible modificar aquella crianza errada y lastimosa. Y así también modificar nuestro comportamiento actual.
Desde una perspectiva transaccional, propuesta por Eric Berne, nos movemos a partir de 3 estados internos, un niño, un padre y un adulto. Una parte infantil, impulsiva, asustada o triste, otra dictadora, moralista, protectora o rígida y una última que se espera fortalecer, la parte madura, paciente, tolerante, ecuánime y sabia.
Una mezcla extraña, que de acuerdo a la situación que se presente responde para asegurar una posición y salir avante de cualquier situación.
Y es aquí donde nos damos cuenta, que probablemente estamos educando desde el niño interior, intentando rescatarlo cuando estamos frente a otro niño que nos recuerda nuestra pasado.
Todo esto provoca que, en un intento por desempeñar lo mejor posible nuestro rol parental, apliquemos lo aprendido, dando a ese niño interior lo que probablemente necesitaba, confundiendo las necesidades de nuestros hijos con las nuestras no satisfechas.
¡Todo un lío! Y siempre una posibilidad de mejorar.
La reparentalización, permite que podamos, desde nuestra parte adulta trabajar y cuidar, sanar y proteger a ese niño que necesita ser atendido, un ejercicio además de hermoso, sumamente productivo, pues reintegra y resignifica experiencias pasadas, mejora la autoestima, fortalece la motivación, la confianza, y la creatividad de un adulto. Lo que por consecuencia mejora la relación y formación de sus hijos, quienes pueden también modificar comportamientos no adecuados gracias a la claridad con que ahora se presentan las reglas de la vida.
Hablarle desde el amor a nuestro niño interno, siempre es reconfortante, y abre la posibilidad de que en adelante podamos seguir haciéndolo y generando más madurez emocional como adultos, un trabajo simultáneo e interesante.
¿Cómo puede alguien hablarle a su propio niño interior? Un trabajo personal arduo, con apoyo e intervención muchas veces de un profesional, favorece que una persona esté lista para adentrarse en su historia y tenga mucho más claro, lo que le lastima, lo que le molesta y tenga más claro también lo que ese niño del pasado siente y necesita escuchar:
“Ahora que estas aquí, junto a mí, quiero decirte que veo tu miedo, tu dolor, tu soledad y tu angustia, tal vez tu enojo y frustración generados por sentirte limitado por la edad, la corta estatura y esa sensación de indefensión con la que creciste y con la que tuviste que aprender a vivir.
Sin embargo, ahora estoy aquí, contigo. Quiero que sepas que ciertamente la vida tiene momentos complicados que nos provocan emociones incómodas. Y sin embargo, es necesario que tengas presente, que la vida sigue siendo hermosa a pesar de todo, está colmada de cosas y personas buenas, nos brinda siempre la oportunidad de cambiar y de conocer nuevas formas de vivir.
Te recuerdo que siempre has sido, un niño inteligente, hermoso, amable, creativo, simpático y muy agradable, que siempre has tenido cualidades que solo necesitaban aflorar y madurar.
Quiero que sepas también, que ahora no estás solo, estoy yo aquí para cuidarte y protegerte, que juntos, andaremos este misterioso e interesante camino de la vida, para conocer, aprender, crear y disfrutar lo que el mundo nos ofrece y poder también compartir lo que sabemos a quienes nos rodean.
Confía en ti, porque yo lo hago, porque yo creo en ti y jamás me alejaré de tu lado. Te abrazaré siempre que lo necesites…y recuerda siempre que yo te amo.”
Hablar con nuestro niño desde el amor, será siempre una forma de acariciar nuestro corazón. Solo nosotros decidimos cuándo y cómo, para dar así un sentido más profundo a nuestra existencia.
Vale la pena intentarlo.
Y RECUERDEN, TODO SALDRÁ BIEN AL FINAL, Y SI LAS COSAS NO ESTÁN BIEN, ENTONCES, TODAVÍA NO ES EL FINAL.