El desplante de un grupo de “notables” procedentes de la política, el empresariado, y la cultura, lanzando proclamas cuyo fin es tutelar a la sociedad es todo menos nuevo. Ejemplos abundan y para no hacer la cuenta larga mencionaré al malhadado grupo “San Ángel” durante el año Netflixiano de 1994 como antecedente contemporáneo. Sabemos vía la rola “Los señoritos” del inenarrable Jaime López en su álbum DESENCHUFADO (1998) que no era algo ni reciente ni producto de las “transiciones” importadas de Europa central y del este con su emergente “sociedad civil”. En ella se mofa de lo que hoy se denuesta como privilegio en tanto “poder heredado de sangre en la tinta” para quiénes enarbolaron las banderas de “liberación nacional”, “consciencia revolucionaria”, y “solidaridad anti-imperialista” entre otras tantas. Hoy puede decirse con ironía intertextual, que “la revolución [ya no] es el opio de los intelectuales». Mucho ha cambiado desde los noventas y si bien todos disfrutamos de los musicales de época, también debemos actualizar nuestras playlists. Así, podremos lamentarnos que la democracia (reducida a lo electoral) es la cocaína de los “influencers”.
Influencer es justamente el juego de una suerte de senado (por senectos) para los que son en el lenguaje coloquial mexicano “cartuchos quemados”. Va por México, Sí por México, Unides por México y así hasta la náusea. Si bien hay ejemplos privatizadores tipo “Teaching for Mexico” en el sector educativo, el más reciente intento de marketing político es patético. Comencemos por el nombre “Mexicolectivo” o “México Colectivo” o “Colectivo por México” que se usaron los tres pues lo aglutinante no es característica del español y sólo aplica para mexicanos que sean bilingües en la castilla y lenguas uto-aztecas (también llamadas “yutonahuas”) o germánicas (incluyendo al güiri). Mal escrito, pero dirán pega entre la muchachada y ciertamente hay influencers como Superholly capaces de hablar tres idiomas en sendos troncos lingüísticos. Colectivo antes que de forma de transporte periurbano viene de esa nostalgia izquierdosa, no por la colectivización estalinista de la zadruga ucraniana, sino de la militancia universitaria posesentayochera, patrimonializada por las colectivas feministas. Es posible identificar en “su importante grupito de no más de cien” a dos o tres personajes de la política respetables (como Patricia Mercado). La mayoría no lo son, pero recurren a disfrazarse de sociedad civil para esconder sus marrulleros emprendimientos (como Roberto Madrazo). Finalmente, hay entre ellos una verdadera “cohorte de esperpentos” como se calificó—en los mismos noventas—a los personajes de la tira cómica del Santos hecha libros de colección.
El que quedó peor de todos fue el tres veces derrotado candidato de la coalición Frente Democrático Nacional que dio origen al PRD y que antes había sido gobernador de Michoacán, responsable de la Comisión del Balsas y señor de las vidas y haciendas michoacanas expropiadas por el Tata Mandón de los priístas. No faltan los obsequiosos que se refieren a él como “líder moral de la izquierda mexicana” como abyectos enajenados. El caso es que, siendo un impulsor de esta degradada reiteración del grupito de los notables, decidió distanciarse de él, el mismo día de su anunció. Algunas columnas informadas en la prensa dicen que lo hizo porque Dante Delgado, proxeneta del partido Movimiento Ciudadano, se lo chamaqueó. Otros que fue a raíz de que el presidente le champase su calaña y veladamente amenazase así al júnior del júnior o al “nepobaby” del júnior, (depende qué tan preciso sea el argot). No puede decirse sea noticia que se organice otra suerte de club de gente provinciana y ridícula, pretenciosa y oportunista. Toda población y localidad dotada de parroquia católica y ayuntamiento tiene también su “Club de Leones” y “Club Rotario” y son tan influyentes en la política local como los grupos de Alcohólicos Anónimos o las damas de la vela perpetua. Tampoco que el Cuatemochas, como se conoce al hijo de la Esfinge, sea timorato y se acojone a la primera. Acaso, si es que Dante Delgado está transando con la coalición opositora, merecerá seguirse su predecible marcha a la ignominia.
Ahora bien, todo esto viene a cuento porque para el primer semestre del 2023, dividido en plazos fatales, se buscará movilizar a la “ciudadanía” en contra de las iniciativas presidenciales respecto al Instituto Nacional Electoral. Lograr dirigir a la opinión pública y con demostraciones masivas en las calles de todas las ciudades es la consigna. Ello incluye ir contra el “Plan B” de la reforma electoral, así como el método de selección de los consejeros electorales. En el proceso se debe mantener el Estado de México en manos del PRI y así se decantarán las candidaturas a presidencia, jefatura de gobierno de la Ciudad de México y cientos de cargos legislativos como ayuntamientos. Todo ello es sano, correcto y hasta emocionante. Tristemente quiénes dirigen en modo “influencer” son realmente limitados en sus habilidades de planeación. Tómese con la mayor seriedad la iniciativa del veintiséis de febrero a la marcha nacional en defensa del INE. Los eslóganes no son tan buenos, pero ya establecimos que la “democracia” es la “cois” de los influencers y nadie ha dicho sea buena para pensar. Sólo así se entiende pidan que se porten camisas rosas para las fotos. Tal despropósito valida la burla que es un asunto de “Whitexicans” (cagaleches). Lo es porque como toda etnografía latinoamericana, africana y en sí entre subalternos del mundo prueba, la gente presta mucha atención a su aspecto y estilo, colores y moda. El rosa en el caso mexicano no es una posibilidad para las personas de tez morena. No lo es porque sus amigos y parientes, amantes y bienquerientes les hacen burla que parecen “chocotorros” (pastelillo con cubierta de saborizante de fresa sobre chocolate artificial). No dudo que los egresados del Colegio Madrid y Liceo Francés, como de tantos otros institutos para extranjeros y de inspiración activa caros puedan portarlas. Si se les ven bien o no, está de más. Es su privilegio en un país como México desafiar al prejuicio o que no los toque. Para la mayoría de escuela pública y católicas no. De ese tamaño es su distanciamiento y burbuja de señoritingues, acostumbrados a que les hagan las cosas. Hasta la política y el arte de mandar. Por eso como todos los influencers conocidos son “irrisión o penosa vergüenza”.
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