Desde que el DIARIO DE YUCATÁN informase el domingo 23 de abril respecto al desmayo del presidente en la base militar, donde desayunaría para después supervisar el avance de las obras del tren maya, la semana se sometió al posible desvanecimiento del personaje. El DIARIO DE YUCATÁN se mantuvo respecto a lo que publicó por fuertes que fueron las presiones e intereses por hacerles desdecirse. Fue tan malo el manejo de la crisis que todas las historias, por estrambóticas que fuesen, merecieron no sólo un grano de sal sino dejarse flotar en aguas turbias hasta que se hundieron. Ya se ha identificado como los peores participantes al principal asesor presidencial en materia de comunicación y al secretario de gobernación, pero esa distinción parece prematura. Personajes cercanos y rastreros oportunistas pelearon por ser el más incontinente o deslenguado. Al mismo tiempo todas las figuras públicas emitieron su buen deseo de pronta recuperación. Importa poco si lo sintieron o no, fue compulsivo. Los malquerientes son cosa aparte. Ante tanto “cardo y ortigo” cultivado por el presidente respondieron con creces en especie.
Lo relevante no fueron pues ni las declaraciones, comunicados o versiones, así como filtraciones, que ellas suelen nacer y morir en las redes sociales que entendemos son desagües y vertederos de odio. Acaso, lo que las Fuerzas de Defensa Israelitas identifican como los “hechos sobre el suelo”. Hay tres que evidenciaron una dirección, no del presidente sí de su movimiento-partido en tanto máquina electoral. El primero fue la premura y desaseo con que la cámara de diputados se aprestó a aprobar por mayoriteo una serie de iniciativas. Al momento de escribir estas líneas es difícil corroborar cuáles han sido realmente aprobadas, cuales están en jaloneo de comisiones al pleno y cuáles llegarán a votación. De lo que no hay duda es que renunció a cualquier pretensión de civilidad, respeto entre pares, y observancia procedimental. Fue un auténtico agandalle de porros que contó con la incapacidad de la oposición. El segundo fue la reunión de la veintena de gobernadores de morena y aliados para acordar una agenda común manteniendo el hermetismo respecto a la salud del presidente. Finalmente, y como cereza en el pastel, está el lanzamiento de la “amlopedia” desde la mañanera. En conjunto lo que nos dicen es que se aprovechó lo que queda de abril para forzar la legalidad de sus iniciativas, suprimiendo al disenso, y consolidando un mínimo legado.
Este cierre de filas evidencia los límites de la disciplina del movimiento que no necesariamente termina de ser partido. Nada existe fuera de la figura, voluntad, imagen y palabra del presidente como personaje. Todos los que quieran seguir siendo parte de él deberán acatar el avasallamiento legislativo sin remilgos, mantener un desprolijo cerco informativo y pretender que la amlopedia es un asunto tan serio como “el verbo encarnado”. Suponemos hay negociaciones adentro del movimiento y son intensas. Hay dos cuerpos del soberano: uno que mengua y es mortal, otro que es el movimiento mismo. Al aparecer en vídeo la tarde el miércoles 26 nos enteramos siguen conectados. Como también de la imposibilidad de disputarle las elecciones a su movimiento mientras así sea. La oposición se mostró como el residual excrementicio de un sistema de partidos perteneciente a otro momento histórico. Es ella la que se desvaneció irremediablemente.