Por Nathaly Rodríguez
Feminismo, una palabra que ha estado rondando las primeras planas de los medios de comunicación recientemente y que ha pasado, de forma decisiva, a ser parte de conversaciones personales con mayor recurrencia en los últimos meses. Feminismo, un sustantivo que causa rechazo inmediato en algunos, temor en otros tantos y cierta apatía en muchos más.
Pero, a qué nos referimos con esta palabra ¿qué es el feminismo? ¿tendríamos en realidad que temerle? El feminismo es un movimiento social y teórico que, desde finales del siglo XIX,busca señalar la condición de subordinación en la que se encuentran las mujeres en la mayoría de las situaciones sociales, entender cómo se ha creado esa estructura que confiere poder a los varones y a lo masculino sobre las mujeres y lo femenino, y proponer nuevas formas de relacionarnos entre hombres y mujeres teniendo como referente la igualdad y la imperiosa necesidad de acabar con el rezago sociopolítico y económico en el que ha vivido la mitad de la humanidad por fruto de la lectura sociocultural que se hace de su sexo biológico.
El trabajo adelantado por el feminismo es uno a contracorriente y tal vez por eso se siente cierto efecto telúrico con sus pasos: tiene que trabajar contra estructuras y relaciones sociales en las que el desbalance de poder poseído por lo masculino se encuentra, cuando no plenamente,casi totalmente naturalizado, al punto en que pasa desapercibido por los actores que lo ejecutan. Ciertamente a contracorriente luchar con las feministas del siglo XIX para demostrar que las mujeres eran seres racionales, tanto como los varones, y que por ende, tenían derecho a la educación básica y a participar en la toma de decisiones públicas (es decir a ser ciudadanas en plena regla).
A contracorriente se inscribió también la denuncia de las feministas de la primera mitad del siglo XX sobre los obstáculos que se les presentaban para ingresar a la educación superior y sobre el trabajo subremunerado al que estaban relegadas. A contracorriente fue la movilización de mujeres dela década de 1960, esa con la que se empezó a nombrarlas múltiples formas de violencia cotidiana experimentadas por ellas y con la que se reclamaron la autonomía para decidir sobre sus cuerpos y sus placeres.
A contracorriente y con esfuerzo, haciendo objeto de debate político y académico temáticas que en principio fueron despreciadas en su relevancia por los estables autores de sus confines, en efecto, las mujeres feministas abrieron brecha para que muchas hoy gocemos de una mejor experiencia de vida. Nada que temer, pues de las feministas y más bien mucho que agradecerles en el camino que han adelantado para la construcción de sociedades más justas.
*Académica Investigadora del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla, SNI I.