Por Adriana Colchado
A través de un post coordinado en sus cuentas oficiales de instagram, Andrea Legarreta y Erik Rubín anunciaron que desde hace cinco meses decidieron terminar con su matrimonio de 22 años, lo que -citando sus palabras- no significa una separación de la familia que forman junto con sus dos hijas.
En el mensaje que ambos acordaron publicar, se explica que no hubo pleito ni nada turbio, sino que su amor se “transformó” y esa es la única razón de la separación; dicen que se siguen amando, que seguirán trabajando juntos, pero que la relación de pareja se ha terminado. Palabras que se nota pensaron y armaron con mucho cuidado, seguramente por el bien de sus hijas y de ellos, para proteger su privacidad, su salud mental y emocional… porque por más civilizado que sea un divorcio, a nivel corazón, no debe ser nada sencillo.
Por su parte Andrea Legarreta enfrentó la difícil tarea de leer este comunicado durante la transmisión de “Hoy”, el matutino que conduce desde hace varios años en Televisa. Un momento que estoy segura hubiera querido evitar, pero por su trabajo e imagen se vio obligada a realizar.
De inmediato las especulaciones inundaron las redes sociales y se apropiaron de las tendencias, porque pues nadie se quiere quedar sin la historia completa… nos encanta el chisme – sí, me incluyo porque no soy hipócrita- y por eso, a veces nos volvemos insensibles, no nos importa invadir la privacidad de las personas aun sabiendo que la están pasando mal, aún imaginando que nuestra indiscreción podría causarles más dolor del que de por sí ya tienen.
A los poquitos minutos de que realizaron este anuncio, la chusma digital comenzó a desempolvar los videos donde el cantante supuestamente fue infiel; el audio donde el nefasto de Alfredo Adame dice que la conductora tiene un amante; los clips del 90’s pop tour de donde salen rumores sobre las preferencias sexuales de Erik… porque a los ojos de la opinión pública un divorcio sin porquería oculta no es real ni posible.
Es obvio que sí existen cosas que no compartieron con el mundo y que son parte de la causal de divorcio, pero piénsenlo, absolutamente nadie quiere someter sus acciones, omisiones y decisiones personales y familiares al juicio público; así que tal vez nunca sepamos por boca de ellos si hubo o no infidelidades en su relación.
Y es aquí donde comienzo mi reflexión ¿Por qué el furor de tener detalles sucios sobre el fin de un matrimonio? En este caso podríamos decir que es porque se trata de una pareja mediática, pero la realidad es que de famosos o no, todos los divorcios causan el mismo efecto: esa insaciable necesidad de conocer el contexto más íntimo de una pareja para luego especular, hacer conjeturas, tomar bandos y por supuesto ir con otras personas e iniciar conversaciones con un “adivina quién se divorció…”
Históricamente los divorcios siempre han sido más perjudiciales para las mujeres en todos los sentidos, pero de manera particular afecta en su “reputación” y tristemente en su autopercepción. Sí, muchas de las mujeres que se divorcian se avergüenzan de hacerlo sobre todo si no hay un tema de violencia física que “justifique” que “no hayan soportado”.
Porque nos enseñan que el rol principal de una mujer es en el nicho de una familia; porque desde pequeñas nos incitan a soñar con el día de nuestra boda; porque idealizamos a los hombres con los que nos queremos casar; y porque la palabra divorcio, hoy todavía escandaliza a seños que creen que soportar a los rufianes infieles, borrachos, celosos, desconsiderados, machistas y violentos, es la cruz que se tiene que cargar en un matrimonio.
Ojo, no digo que sea el caso de Andrea y Erik.
Solo digo que, en estos tiempos, las mujeres apenas estamos desmenuzando la idea de que el fin de nuestras relaciones afectivas no es el fin del mundo. Apenas comenzamos a alzar la voz para admitir que no somos felices, que no nos sentimos realizadas, valoradas o que simplemente hay situaciones o comportamientos que no vamos a tolerar.
Y aprovechando el mediático divorcio de Andrea Legarreta y Erik Rubín, del cual no conocemos las circunstancias, los y las invito a ser más empáticos cuando una pareja cercana decide tomar caminos por separado.
Es una decisión que anunciarán en el momento que se sientan cómodos y tranquilos; las razones las podrán o no explicar y si sentimos cariño por alguno de ellos, no preguntaremos ni intentaremos indagar en un tema que de antemano sabemos es doloroso, pues nadie se casa pensando en separarse.
Basta de echar cizaña para enterarnos por qué fulanito de tal no llegó a la cena de Navidad… y basta de avergonzar a las mujeres por tener la valentía de alejarse de alguien que le hace daño.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.