Humberto García Flores
Sin duda alguna, después de meses enfrentando la pandemia, el reto más grande es el retorno a clases.
El sector educativo es muy amplio, pues involucra a una gran cantidad de actores de la sociedad: familias (padres e hijos), instituciones (docentes y autoridades), gobierno (secretarías de educación pública), organizaciones no lucrativas, editoriales y hoy más que nunca, proveedores de tecnología y de servicios tecnológicos.
Nunca antes había sido tan necesaria la tecnología para la educación. El problema es que, aunque todos los actores de la sociedad llegamos a reconocer esta necesidad, nuestro país aún no cuenta con la infraestructura para soportar este importante reto.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH 2019) del INEGI, en México el 76.6% de la población urbana es usuaria de Internet y en zonas rurales es del 47.7%, esto muestra que aún existe desconocimiento sobre el uso del internet e incluso de la computadora.
De hecho, de acuerdo a la misma fuente, el año pasado en nuestro país sólo el 44.3% de los hogares tenía computadora y 56.4% contaba con servicio de internet.
Sumado al evidente déficit antes señalado, una computadora o dispositivo inteligente con conexión a internet es insuficiente para familias con más de un hijo y padres que trabajan.
El reto es aún mayor, pues aunque el Gobierno Federal implementó el programa de clases por televisión abierta, no resolvió el problema de comunicación entre padres de familia y escuelas y muchos menos el de docentes con sus alumnos.
Las escuelas públicas con mayor preocupación y compromiso han implementado estrategias de comunicación por redes sociales, correo electrónico y plataformas de gestión de curso virtual, lo cual ha solventado parcialmente el desatino gubernamental, pues como ya se explicó, la infraestructura digital en México es insuficiente e incosteable en muchos casos.
Son y serán tiempos difíciles para la educación en México, ojalá que el esfuerzo y empeño de los docentes, autoridades escolares, padres de familia y alumnos sean suficientes para evitar un posible rezago educativo en estas generaciones.
Valdría la pena que organizaciones no gubernamentales, empresas y el propio gobierno, ante la situación actual, generen una estrategia integral para impulsar el desarrollo de la infraestructura de Tecnologías de la Información y Comunicación, hacerlo accesible a todos e impulsar el sector educativo.